Rescatando tradiciones
Un día mientras husmeaba el estado de Whatsapp de mis contactos, me encontré con la foto de un amigo en una junta de embarra.
Para aquellos que no esten familiarizados con la frase significa: "reunirse para untar o cubrir con barro". Inmediatamente le escribí en respuesta a su foto y le dije:
- ¡Oye pero invita!
Un minuto después llegó su respuesta.
- ¡Vamos!
- ¿Cuándo? Pregunté.
- Mañana voy. Como a las 7:00 a.m. Respondió
He de confersar, soy una dormilona. Sin embargo; cuando estoy ansiosa por algo a veces ni siquiera duermo.
Metí en una bolsa una muda extra de ropa y la hamaca. Lista para la acción del siguiente día me fui a la cama más temprano de lo usual, se me hacía larga la espera.
A las 5:00 a.m. la alarma del teléfono me despertó al primer timbrazo. Increíble como un poquito de excitación puede levantarme de la cama, sin la usual pelea interna de querer seguir durmiendo.
Dos taxis y un bus me llevaron al punto de reunión, al cual llegué mucho antes de la hora acordada. Unos doce minutos caminando y pronto estábamos en el lugar.
Al llegar unos chicos ya se batian entre el barro, algo sonrientes y haciendo bromas entre ellos trataban de seguir instrucciones.
Luego de las presentaciones entendí que habían tíos, primos, un conocido de la familia y el abuelo. Mi amigo comentó que yo quería ser partícipe de la junta de embarra. Ellos, un poco incrédulos se reían y dijeron: - Ya veremos si de verdad aguanta o se sale enseguida.
Un poco desafiante por el comentario; me fui quitando las zapatillas y medias. Me dirigí hacia el barro que batían los demás. Inmediatamente sentí algo de frío, el agua estaba un poco helada, pero poco a poco, mientras el agua y la tierra se mezclaban a medida que nuestros pies servían de batidora humana, la sensación de extrañez que al inicio sentí luego del frío, se sintió a cada paso, algo normal.
Mientras trataba de seguir el paso de los demás, por momentos se tornaba más difícil levantar el pie, en esos momentos se requería del trabajo en equipo. Unos a otros nos ayudábamos a seguir el ritmo y a salir de donde nos estancáramos a ratos. Y mientras mis pies se abrían paso en el fango mis pensamientos se remontaron a los primeros años de mi infancia, aquellos que vagamente recuerdo a veces.
Durante los primeros años de mi infancia viví en la finca de mis abuelos. Se que el abuelo tenía un trapiche y que fue en uno que perdio su dedo indice. Mis abuelos trataban de consumir productos naturales y en su mayoria eran trabajados por ellos mismos. El dulce se hacia en casa. Mi abuelo fue un agricultor, trabajo la tierra la mayor parte de su vida.
¿Porqué estamos perdiendo nuestras tradiciones? Es acaso la falta de interés en preservar lo nuestro, nuestras raíces, o es falta de orgullo por lo nuestro. Entre más me cuestionaba menos clara se me hacía la respuesta.
¿Qué nos pasa?
Desearía tener la respuesta, sin embargo, no lo sé.
Qué puedo decir, será que debería culpar a nuestros padres; quienes en busca de mejores oportunidades de vida emigraron a las ciudades en donde el consumismo se intensifica y todo se compra envuelto en papel o plástico. En donde el crecimiento de población nos llevó a la creación de grandes edificios y estructuras de concreto a la que hoy llamamos hogar.
No me malinterpreten, no es que este en desacuerdo con el progreso, pero creo que es importante tener en cuenta de donde venimos. Es importante mantener viva nuestras tradiciones y rescatar todo ese conocimiento que yace en la mente de nuestros abuelos, tíos y padres y la forma de hacerlo es pasando más tiempo con ellos. Hay que tomar ventaja de que estas prácticas se mantienen vivas en algunas regiones apartadas y darlas a conocer.
Ese día terminamos la junta. El trabajo fue arduo pero valió la pena. Aprendí mucho sobre la construcción a base de barro y madera. Me divertí un montón.
Después fuimos por caña y aproveché para tomarme un delicioso y refrescante "guarapo" recién molido en el trapiche que estaba en el patio.
Todo el entorno me llevaba por momentos a los días de mi infancia en la finca de mis abuelos. Un tanto melancólica, añoraba poder estar con mi abuelo una vez más, deseaba poder retroceder el tiempo. Lastimosamente algunas cosas son simplemente imposibles. Mi abuelo ya no está físicamente, pero el recordarlo y aprender cosas me ayuda a mantener su memoria viva.
Al final del día me fui a casa con la satisfacción de haber aprendido algo nuevo y de los tantos recuerdos que pasaron por mi mente. Fue un día genial.
Hoy a casi un año de haber iniciado a escribir sobre el tema y estando actualmente en otro país; añoro las cosas que me identifican como panameña. Espero que a mi regreso pueda contribuir más con mi comunidad y entorno. Hasta entonces trataré de aprender cuanto pueda sobre la preservación de culturas y tradiciones, lo cual compartiré después en otra entrega.
Hasta entonces!
muchas gracias! Es algo impresionante todo lo que se puede lograr con un poco de creatividad. La construcción es más tediosa diría yo, pero el resultado siempre es algo que te relaja el alma.
ReplyDeleteSaludos!